Es un momento adecuado el
presente para tratar de reflexionar sobre todo aquello que oímos, todo aquello
que hablamos y que a veces sentimos que se pierde en el viento. A veces lanzo
cientos de palabras que no llegan a nadie, y sé que no estoy hablando solo,
porque cuando me hablo a mí mismo lo hago en silencio.
Cuantas veces escucho hasta el
ruido de una mosca volar, y siento que
es un ruido perfecto para correr y decir lo que oí. Es solo un tema, y a la vez
son las palabras de aquel que se siente tonto por no querer sentirse mudo. Es
el pleno comentario que hago cuando
llegas del trabajo, cuando nos acostamos a ver el techo o simplemente cuando te
bañas y no me gusta el silencio de la cocina.
Puede pasar a ser triste tomar el
café en soledad estando en tu compañía. ¿Con quién conversas tanto, cuando
conmigo prácticamente aparecen las buenas noches? Es la muerte la distancia, es
la muerte de mi alma, no la muerte de mi cuerpo. Cuanto daría por revivir
nuestras conversaciones de la nada cuando apenas compartíamos miradas, y jamás
juntos habíamos tocado una cama.
Son palabras al viento no más,
palabras que no escuchas, palabras que están presentes, palabras que nacen en
la mente y nunca se quedaron en la punta de la lengua. Son simples palabras que
hoy son grandes problemas. Hoy para ti ya no te amo, hoy para ti ya no te
quiero, pero ayer te lo repetía hasta el cansancio y la rutina de tus oídos se
lo llevó en silencio. Cuanto tiempo pierdes alejado de lo que amas, cuánto
tiempo pierdes destruyendo todo lo que se construye con el corazón. Casado día
a día con el dinero, con el trabajo, con los papeles, con el teléfono… Casada
con tus obsesiones, con tus delirios, con tu cuerpo y con el dinero… Y yo
casado con tus pasiones, con el olor de tu piel, con tu sonrisa y mi
soledad…
No hay tiempo de espera para el
paciente que está enfermando de soledad, ya no quedan palabras que pongan
curitas al alma, cuando se ha roto el hilo del que pende el sentimiento. Ya el
suero del perdón no está corriendo por mis venas, que coagulan de dolor por tus
faltas.
Y allí me detengo ante una escena
tan triste solo porque te ganaste el cerebro en una rifa y no sabias
programarlo. O es que los seres humanos somos elementos vacios formados de una
masa homogénea que se compacta cada vez más con el tiempo, y de pronto ya no
distinguimos a donde se fue el corazón.
Tú y yo sabemos que no es mentira
que los sentimientos fluyen y vuelan por el viento dentro de las palabras, que
crece en cada árbol, en el canto del pájaro risueño, que cada día está en nosotros como la matriz
viviente que un ser divino se atrevió a darnos. Hacer uso de esos minutos de
amor que puedes transmitir con tus palabras, todavía no cuestan más que perder
unos minutos de tu bien material.
Jesús Calderín
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