Universidad Central de
Venezuela
Facultad de Humanidades
Escuela de Historia
Jesús Calderin
Vallenilla Lanz y Federico
Brito Figueroa, las dos caras da la moneda.
10 de diciembre de 2007
La guerra de Independencia
de Venezuela en la visión positivista del historiador Laureano Vallenilla Lanz,
y las distintas divergencias presentadas ante la visión marxista del historiador
Federico Brito Figueroa, por Jesús Calderin.
La guerra independentista venezolana ha sido producto de
diversas investigaciones puestas en escena, y todas muestran distintos matices
de opinión con respecto a los hechos. En la visión positivista manejada por el
historiador Vallenilla Lanz, se presenta un enfoque orientado en una guerra
civil provocada por una lucha de poder netamente interna. Para el historiador
Brito Figueroa, esta lucha no está bañada por las simples ansias de un lugar en
la sima del poder, por el contrario es una encarnizada guerra de clases
sociales, de liberación de los caudillos
instaurados, en donde la participación del venezolano común está presente en
todo momento en un papel protagónico innegable.
Cada uno de estos historiadores en sus distintos
contextos, realizaron análisis sobre la guerra independentista venezolana de
forma contrapuesta una de la otra. La forma más adecuada para realizar un
planteamiento que sea lo suficientemente acertado como para no poner en tela de
juicio las opiniones de estos dos autores, es estudiar el contexto histórico en
sus distintas facetas, a fin de tratar de enmarcar el movimiento
independentista en la teoría que mas se ajuste a la realidad, sin alterar la historiografía que se ha realizado a través de los años sobre el tema.
En el año de 1919 se edita una de las obras más
importantes de Vallenilla Lanz, Cesarismo
Democrático, en ella expone lo que para el fue la guerra de
independencia, tocando el tema con
profundidad, pero desde su perspectiva positivista. En esta obra Lanz expone
con claridad su tesis de guerra civil, y para su explicación argumenta que para
1813 las batallas libradas por el ejército libertador al mando de Simón Bolívar
eran simplemente una lucha entre los mismos venezolanos (lucha de castas), ya que para la fecha no se encontraba un número
considerable de soldados españoles en el país como para desatar una gran lucha
de carácter internacional.
Del año 13 en adelante, hasta la llegada de Morillo,
apenas arriban a nuestras playas alrededor de 1.500 hombres; y es de hacer
notar que en ese período es cuando Bolívar realiza su prodigiosa campaña desde
Cúcuta con las batallas de Niquitao, Barquisimeto, Bárbula, Las Trincheras y
Araure; cuando José Félix Ribas combate en La Victoria con la juventud de
Caracas contra los puros llaneros de Guárico; cuando Campo-Elías, tan español
como Boves, combate contra éste mandando ambos tropas venezolanas[…] en todo
ese largo período de cruentísima guerra yo no veo otra cosa que una lucha entre
hermanos, una guerra intestina, una contenida civil y por más que lo busco no
encuentro el carácter internacional que ha querido darle la leyenda.[1]
Una lucha entre hermanos, una lucha entre los mismos
venezolanos. Son estas las acciones descritas por Vallenilla sobre las riñas de
la guerra de Independencia ¿Es decir que en Venezuela no había represión
española como tal, tan solo dos años después de la firma del acta de Independencia
el 5 de julio de 1811? ¿Ya Venezuela no
se encontraba bajo el yugo de los derechos de Fernando Séptimo? O mejor aun ¿Es
que acaso tan solo porque Napoleón invadió España en 1808, los derechos de
Fernando Séptimo en sus colonias indianas ya no estaban vigentes, y todos los
españoles habían decidido abandonar las tierras? No creo que esto haya podido
ser así de sencillo, por el contrario las clases sociales dominantes dentro del
territorio aun se encontraban constituida en su mayoría por españoles, no
obstante se hallaban adoctrinadas por las ideas imperialistas y represivas de
la corona española.
Esta teoría es respetada y muy aceptada, aunque no
precisamente es totalmente compartida, ya que por otra parte se puede encontrar
en una disyuntiva con otras teorías que permiten tener una visión de los hechos
y una perspectiva diferente a la de Lanz.
Tal es el caso de la teoría marxista del historiador
Federico Brito Figueroa, quien en su gran trabajo doctoral Historia
Económica y Social de Venezuela describe los hechos independentistas a
través de la lucha de clases, dejando claro que si fue una batalla donde el
pueblo se libraba del dominio español y de sus influencias dominantes sobre las
clases más pobres.
El más agudo de los historiadores positivistas
venezolanos, y, lamentablemente, el teórico más inteligente de las dictaduras
hispanoamericanas, intuyendo algunos de los intereses de clases presentes en la
revolución nacional de Independencia, la caracteriza como una guerra civil, formulación que a juicio
suyo”…no amengua en nada la gloria de nuestros libertadores. Toda guerra entre hombres es una guerra entre
hermanos, la única distinción que puede hacerse es la guerra justa, guerra
injusta; y la humanidad hace mucho tiempo que considera como las mas justas de
todas las revoluciones aquellas que llevan por objeto la emancipación de los
pueblos. [2]
Brito Figueroa hace referencia a las palabras que
Vallenilla dejo asentadas en Cesarismo
Democrático, reconociendo que el trabajo de Lanz ha podido profundizarse más
allá del simple hecho de pensar, que la guerra de Independencia haya podido ser
solo una lucha de poder. Dentro de estas palabras están los rasgos definidos de
la tendencia de Brito Figueroa y las contradicciones generadas en las de
Vallenilla Lanz, ya que en el fragmento citado “[…] toda guerra entre hombres
es una guerra entre hermanos […]”, de Víctor Hugo, tomado por Lanz como fuente
de inspiración en Cesarismo Democrático,
se demuestra que en la guerra de Independencia de Venezuela pudo haber
distintos intereses socio-económicos, mas esto no quiere decir que no se haya
luchado incansablemente con las tropas españolas, que gracias a la intervención
de Napoleón en España no lograron fortalecerse más, ya que Fernando Séptimo se
encontraba detenido, y fue este hecho el que permitió la distracción de la
corona con respecto a sus colonias iberoamericanas, mostrándose el momento
adecuado para una organización
emancipadora en Venezuela.
Con estas palabras no trato de decir que Napoleón nos
haya dado una mano, todo lo contrario, ya
que de haber tenido oportunidad el mismo hubiese organizado tropas y nos
hubiese intentado invadir, con el simple hecho de apoderarse de un tozo mas del
universo como eran sus planes distorsionados. Con esta acotación solo trato de
dar sentido a los acontecimientos acaecidos en el periodo de Independencia, ya
que para el momento en que Morillo se organizó para retomar el poder en las
colonias en 1813, ya era demasiado
tarde, Venezuela ya se encontraba en un momento transitorio de luchas
independentistas.
La correspondencia de Morillo con el gobierno español es
un largo lamento por el abandono en que le habían dejado; pero es a la vez un
himno al valor y a la constancia de nuestros libertadores. Cuatro años después
de haber llegado a Costa Firme, donde parecía iba a restaurar para siempre la
dominación española en América, el ejército de Morillo estaba reducido a menos
de la tercera parte.[3]
Y son esas las razones por las cuales el ejército español
no logró retomar el poderío, no logro legitimar los derechos del magno Fernando
Séptimo, quien decae de manera paulatina ante la espada justa de las luchas
encarnadas por los libertadores de América. Pero la guerra de Independencia
tristemente se ve empañada por los intereses de la burguesía aun existente, que
fortalecida y empeñada en resguardar todos los derechos de la corona española,
no solo se sentían perjudicados por estos movimientos de independencia, sino
que sabían que perderían todos sus beneficios ya que le serian retirados ante
tal situación.
Así como muchos decidieron huir abandonando todo antes de
que fuese demasiado tarde, y pidiendo resguardo a las autoridades españolas,
otros simplemente decidieron ponerse en contra de los movimientos luchando en
contra de todo ideal subversivo.
El famoso Marques de Toro quien apoyó, junto a su hermano Fernando, el
movimiento del 19 de abril de 1810,
vale la pena destacar que participó además como firmante del Acta de
Independencia, fue uno de los cobardes que una vez más como ya lo hacía en
anteriores oportunidades ante situaciones peligrosas donde se sentía en riesgo,
huye refugiándose con su hermano en Trinidad. Y
trata de ponerse a salvo ante los focos de violencia desatados en el país. Regresando después de la batalla de Carabobo en 1821.
Más que conveniente dicho Marques, de clase burguesa,
jugaba de la manera más conveniente y miserable que un hombre de armas puede
jugar. Así como este personaje de renombre muchos otros actuaron a conveniencia
antes, durante y después de la guerra de Independencia.
El fenómeno es complejo, porque el proceso general de la
revolución nacional de independencia se entrelazaron las pugnas – a veces
sordas, soterradas, a veces violentas- que libraban las clases y categorías
sociales desde la época colonial, con elementos de naturaleza diferentes
(relacionados con la contradicción entre nación y metrópoli), que contribuyeron
a imprimirle fisonomía propia a la guerra nacional de independencia.[4]
El proceso independentista no puede estar marcado
netamente por la lucha de poder, así como lo hizo ver el insigne José Antonio
Páez, quien fue muy valeroso en sus luchas en los llanos. Comenzó en las filas
contra los republicanos a finales de 1810, Bajo las
órdenes del coronel Pulido, posteriormente del coronel García de la Serna.
Tiempo después tras rechazar la orden de
capitán se une a los republicanos en Santa Barbará de Barinas, y se une como
sargento a las tropas patriotas nuevamente bajo las órdenes de Pulido. Lucho en
diferentes batallas, fue apresado por los realistas y se logro escapar de ser
fusilado. Ya a finales de septiembre de 1814 se une a las tropas de Rafael
Urdaneta, y al pasar a ser segundo Comandante del regimiento de caballería que
dirigía el comandante Francisco Olmedilla, participa en la toma de Guadualito el 29 de enero de 1815.
Páez realiza importantes ataques que debilitaron las
tropas españolas, como lo fue la batalla de Mucuritas en 1817, y en ese mismo
año libra las batallas de San Antonio de Apure (13
abril), paso de Apurito (18 junio), paso de Utrera (20 junio), toma de Barinas
(14 agosto), y Apurito (8 noviembre).
Ya para el 2 de abril de 1819 Páez libra una de sus más importantes
batallas, la de las Queseras del Medio, donde por tener una actuación admirable
Bolívar lo condecora al día siguiente con la Orden de los Libertadores por su
valerosa lucha contra Morillo. Y no puedo finalizar este aspecto biográfico
interesante de Páez sin antes mencionar que lucho junto a Bolívar en la batalla
decisiva del cierre de nuestra independencia que fue la magistral Batalla de
Carabobo el 24 de junio de 1821.
Esta resumida biografía sobre José Antonio Páez solo
busca legitimar la lucha cuerpo a cuerpo que protagonizaron individuos valeroso
como el. Y a su vez también trata la reflexión sobre el tema de intereses
dentro de la guerra de Independencia. Si bien es cierto que Páez lucho con gran
entereza junto a sus generales al mando, y junto al Libertador Simón Bolívar, también
es cierto que años más tarde una vez que el mismo logra tener una posición lo
bastante poderosa dentro del congreso, tumba y pisa los ideales principales que
una vez movieron las luchas independentistas en Venezuela, olvidando por
completo aquello que lo movió un día a luchar por la patria. No solo aboga y
acepta la separación de Venezuela y Colombia, sino que expulsa a Bolívar
negándole todo derecho en el territorio. El
caudillo del llano legitimo su poder el 11 de abril de 1831 como Presidente
Constitucional de Venezuela.
He aquí la prueba de que si había unas ansias de poder
que al principio aparentaron ser la lucha desinteresada por el bienestar de la
patria. Este gran luchador como muchos lo han descrito por sus victorias y su
lucha, después de un tour por el mundo y
tras haber sido derrotado en Venezuela a su regreso, Páez es obligado a salir
del país lo que lo lleva a volver a los Estados Unidos donde murió como todo un señor exiliado en Nueva
York 6 de mayo de 1873.
Todo punto de vista positivista defiende la tesis de que
la guerra de independencia fue un total desastre, una lucha de castas, una guerra de poderes, una
guerra entre hermanos, una guerra sin desventajas para los independentistas
desde el punto de vista militar, en fin una lucha que no tuvo nada que ver con
un hecho exclusivo de liberación colonial que no pretende para nada, desde su visión,
deslegitimar la posición de los próceres de la Independencia. Para los
positivistas la lucha que se libraron en grandes territorios como las campañas
de Alejandro Magno o las magistrales Luchas de Napoleón Bonaparte si son
guerras de verdad, más una lucha de soldaditos de plomo como la guerra de
Independencia de Venezuela, que no solo es de Venezuela sino de sur América,
solo fue una pequeña guerra interna. Y es justo como lo indica el gran
historiador del siglo XX, el Doctor Germán Carrera Damas nuestras guerras intestinas, que no es más que la refinada palabra
que describe una guerra civil.
La teoría positivista no solo busca desmontar el cuadro
de una guerra independentista, sino también intenta en un cierto grado con sus
análisis disfrazados retirar del podio la figura de los grandes próceres de la
independencia, todo lo contrario a las teorías marxistas o las teorías
revolucionarias que buscan enaltecer los hechos acaecidos en la nación,
marcando el nacionalismo y acentuando las bases que mantengan el
fortalecimiento del patriotismo y la soberanía.
Germán Carrera Damas en El Culto a Bolívar:
Y es que el culto a la figura histórica de Bolívar disca
mucho de ser una creación literaria, nacida del patriotismo exaltado y de la
sensibilidad superexcitada de uno o de varios escritores. Dicho culto ha
constituido, en propiedad de términos, una necesidad histórica, sin que por
ello deba entenderse más de lo que el concepto de necesidad pueda expresar en
el orden histórico. Su función ha sido la de disimular un fracaso y la de
retardar un engaño, y la ha cumplido satisfactoriamente hasta ahora. [5]
Federico Brito Figueroa, Historia Económica y social de Venezuela:
La guerra nacional de independencia adquirió el carácter
de una aguda y profunda lucha social de amos contra esclavos, terratenientes
contra población rural enfeudada, y una lucha étnica definida por las pugnas
igualmente violentas de negros, mulatos y zambos contra blancos. Este fue un
fenómeno imponderable no previsto por las clases dominantes, criollas que
aspiraban a romper los lazos de la denominación colonial pero también a
mantener intacta la estructura económica que en el territorio venezolano
expresaba el fundamento de este régimen. Pese a que algunos de sus más lúcidos
de sus representantes, influidos por la ideología democrático-burguesa
señalaron la necesidad de cambiar estructuralmente aquel orden, llegando a
propugnar la abolición de la mano de obra esclava y la democratización de la
propiedad territorial agraria, cual fue el caso de Simón Bolívar desde 1816. [6]
Laureano Vallenilla Lanz, Cesarismo Democrático:
En nuestra guerra de independencia la faz más
trascendental, la más digna de estudio es aquella en que la anarquía de todas las
clases sociales dio empuje al movimiento igualitario que ha llenado la historia
de todo este siglo de vida independiente. [7]
Biografías
Germán
Carrera Damas
Historiador,
nacido en Cumaná, en 1930. Profesor titular tres (jubilado) de la Escuela de Historia
de la Universidad Central de Venezuela. Maestro de Historia en la Universidad
Nacional Autónoma de México, revalidó la licenciatura y obtuvo doctorado en su
escuela, de la que fue director. Fundó la cátedra de Historia de la
Historiografía Venezolana y los seminarios de la misma materia y de Técnicas de
Investigación Documental. Desempeñó la cátedra Simón Bolívar en la Universidad
de Cambridge, Inglaterra. Inauguró la cátedra Simón Bolívar en las
universidades de Colonia, República Federal Alemana, y Nacional Autónoma de
México. Desempeñó la Bacardy Family Child for Eminent Scholars en la
Universidad de Florida, Estados Unidos. Es profesor visitante en las
universidades de Londres y Oxford. Como experto colaborador de UNESCO es
presidente del comité internacional de Redacción de la Historia General de
América Latina y miembro del buró del comité científico internacional encargado
de la redacción de la nueva versión de la historia del desarrollo científico y
cultural de la humanidad. En su obra destacan Historia de la Historiografía
Venezolana. Textos para su estudio; El Culto a Bolívar; Boves: aspecto
socioeconómico de la guerra de independencia; Una Nación llamada Venezuela;
Historia Contemporánea de Venezuela. Bases Metodológicas y Venezuela: poder social
y proyecto nacional.
Federico
Brito Figueroa
Venezolano,
nacido en la Victoria el 2 de noviembre de 1921, falleció en Caracas el 28 de
abril de 2000. Fue historiador profesional, profesor de Geografía e Historia,
licenciado en Antropología, licenciado en Historia, maestro en Ciencias
Antropológicas y doctor en Antropología. Egresado del antiguo Instituto
Pedagógico Nacional; de la Escuela Nacional de Antropología e Historia de
México y de la Universidad Central de Venezuela, con estudios de especialización
realizados en el Instituto Francés para la América Latina (IFAL) y en el
Instituto de Altos Estudios de América Latina, México y París, respectivamente.
Es autor de 64 libros y folletos, que constituyen una significativa aportación
a la comprensión de la historia venezolana en el cuadro latinoamericano y
mundial. Autor, además de 865 ensayos y artículos publicados en la página de
opinión, suplemento cultural de Últimas Noticias y en revistas especializadas
en Historia y Ciencias Sociales. Algunas de sus obras han sido traducidas a
ruso, húngaro, francés, rumano, italiano y chino. En 1950 obtuvo el Accesit en
el concurso nacional patrocinado por el Centro Histórico de Estudios
Mirandinos; en 1960-1961 el Premio Municipal de Prosa; en 1964 el Premio Andrés
Bello, mención Historia, patrocinado por la Asociación de Escritores
Venezolanos; en 1966-1967, con el libro Venezuela siglo XX, obtuvo en Cuba el
Premio Casa de las Américas, mención ensayo. En noviembre de 1990 la Academia
Nacional de la Historia le otorga el Premio Nacional de Historia Francisco
González Guinand, tomando en consideración su labor como historiador. Ha
desempeñado la docencia en todos los niveles de la educación siendo director
general de investigación y postgrado de la Universidad José María Vargas,
profesor titular de la Universidad Central de Venezuela, profesor en el
postgrado de la Universidad Católica Andrés Bello y jefe del Seminario Matriz
de Tesis Doctoral en Historia de la Universidad Santa María. Fue profesor
honorario en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador núcleo
Barquisimeto y del Instituto Tecnológico Universitario de la Victoria,
institución esta última donde funciona la Cátedra Libre Federico Brito
Figueroa. En calidad de profesor visitante dictó cursos y conferencias en
centros de altos estudios internacionalmente reconocidos, como el Colegio de
México, Instituto de Altos Estudios para la América Latina (Universidad de
París), Instituto de Estudios Ibéricos e Iberoamericanos (Universidad de
Bordeaux), Instituto de Historia e Instituto de América Latina (Academia de
Ciencias de la URSS), Instituto de Historia de la Universidad Josef Attila
(República Popular de Hungría), Universidad de Bogotá. Fue director de Estudios
Asociados a la Escuela de Altos Estudios de Ciencia de París, en la que condujo
un seminario de investigación sobre Historia y Sociología Agraria y Rural en
Venezuela, y en la Universidad de Alcalá de Henares donde coordinó
conjuntamente con Manuel Lucena Samoral la investigación Élites y Propiedad
Territorial en Venezuela. Ha sido condecorado con la Orden 27 de Junio, con la
Orden Andrés Bello, con la Orden José María Vargas, con la Cruz de la Policía
Metropolitana, con la Orden al Mérito al Trabajo y con la Orden José Sanz,
todas estas en primer grado. Ha sido condecorado igualmente con la Orden
Ezequiel Zamora, la Orden Ciudad de La Victoria, la Orden Miguel Acosta
Saignes, la Orden Roque Pinto primera clase en La Victoria y el botón de oro
del Batallón Misilístico Antitanque General en Jefe Ezequiel Zamora.
Igualmente, en 1970 fue galardonado con la Medalla Centenario de Lenin, por el
Soviet Supremo de la URSS, y con la Orden Centenario de la República de Rumania
en 1977. En su coordinación de historiador dirigió el centro de investigaciones
históricas de América Latina y el Caribe (CIHALC). Además de historiador
docente universitario a nivel de los altos estudios, fue periodista de opinión,
director de tres revistas especializadas en Historia y Ciencias Sociales y
redactor de la columna El Aula en la Calle y colaborador permanente del
suplemento cultural de Últimas Noticias.
Laureano
Vallenilla Lanz
Nació
en la ciudad de Barcelona el 11 de Octubre de 1870, fallecido en Paris el 16 de
noviembre de 1936. Sociólogo, historiador, periodista y representante del
pensamiento positivista venezolano. Hasta la culminación del bachillerato,
cursa estudios en su ciudad natal, y adquiere el hábito de la lectura en la biblioteca de su padre.
Seguramente en ella conoce a los autores que más habrían de influir en su vida intelectual:
Auguste Comte. Herbert Spencer, John Stuart Mill y Charles Darwin. Una vez
concluida su educación media sigue estudios de ingeniería en la Universidad
Central de Venezuela, pero los abandona después de 2 años. Comienza de
inmediato a incursionar en el periodismo capitalino, pero en breve se marcha a
Puerto La Cruz para ejercer su primer puesto público: interventor de la aduana
de Guanta (1892); a poco, se convierte en secretario del presidente del estado.
Regresa a la capital, reanuda el ejercicio del periodismo y se relaciona con la
tertulia culta de El Cojo Ilustrado. Su polémica con Nicomedes Zuloaga en torno
a la figura de José Antonio Páez (1896), le da renombre como investigador de
temas históricos. Aun cuando no ha tenido hasta entonces ninguna participación
política de entidad, sufre el rigor del régimen castrista. Cuando estalla la
Revolución Libertadora, es hecho preso a mediados de 1902 por juzgársele sospechoso de participar en la conspiración
contra el gobierno, en la cual sí se encuentran involucrados sus 2 hermanos,
Baltazar y Agustín. Derrotada la
revolución, logra con sus intervenciones en la prensa la libertad de sus
hermanos, encarcelados en el castillo de San Carlos (Edo. Zulia) y recibe de
Castro el nombramiento de cónsul de Venezuela en Ámsterdam. En 1904, se marcha
a Europa y permanece allí hasta 1910, lapso durante el cual perfecciona en
París sus conocimientos humanísticos como alumno oyente en la Sorbona y en el
Collège de France. Influyen entonces notablemente en su concepción de la
sociedad y de la historia, los siguientes autores: Charles Langlois, Ernest
Renan, Charles Seignobos, Gustave Le Bon, Hippolyte Taine y Célestin Bouglé. En
1907, es designado cónsul en Santander (España). Retorna a Venezuela en 1910, a
comienzos de la gestión gomecista. Encuentra abiertas las páginas de El Cojo Ilustrado, El Universal y El
Tiempo, para escribir como columnista permanente; más adelante, adquiere nueva notoriedad cuando
obtiene el primer premio en el certamen promovido para conmemorar los sucesos
que iniciaron la independencia nacional; el trabajo galardonado se titula
Influencia del 19 de abril de 1810 en la independencia suramericana. Conoce en
esa oportunidad al presidente Juan Vicente Gómez e inicia en lo adelante una
destacada carrera política, mientras mantiene una permanente actividad entre
los círculos de la cultura oficial. Superintendente de Instrucción Pública
(1910), director del Archivo Nacional (1913-1915), asume desde 1915 hasta 1931,
la dirección del periódico El Nuevo Diario, vocero oficioso del gobierno. Su
labor de publicista cotidiano del gomecismo, la recoge en los 2 volúmenes,
titulados Campañas políticas de El Nuevo Diario que publica, respectivamente en
1926 y en 1928. Su obra más conocida es Cesarismo
democrático, editada en 1919, donde
utiliza la metodología y los supuestos teóricos de la escuela positivista,
examina en ella el pasado venezolano en estrecha relación con la coetaneidad,
para concluir en la justificación del caudillo como «gendarme necesario», al
considerarlo como un corolario natural de la evolución colectiva de la sociedad
venezolana. De gran difusión continental, traducido a varios idiomas y
generador de trascendentes polémicas, no es apresurado juzgar a Cesarismo
democrático como uno de los textos
más importantes del positivismo latinoamericano. En 1921, Vallenilla recoge
trabajos dispersos en Críticas de sinceridad y exactitud, y en 1930 edita otro
libro de extraordinaria importancia: Disgregación e integración. Este trabajo
examina con solvencia y profundidad el divorcio de las instituciones
venezolanas con la realidad y reconstruye, en términos críticos novedosos para
entonces, la estructura social de Venezuela colonial. Senador por el estado
Apure (1916), presidente del Senado (1920, 1923, 1930-1931), es nombrado
ministro plenipotenciario de Venezuela en París (1931) donde reside hasta su
muerte. Miembro de la Academia Nacional de la Historia (1918) y director de la
misma (1924-1927).
[1] Laureano Vallenilla Lanz, Cesarismo
Democrático, Caracas, editorial Monte Ávila Latinoamericana, 1994, p42.
[2] Federico Brito Figueroa, Historia
Económica y social de Venezuela, tomo I, Caracas, Ediciones de la
biblioteca de la UCV, 2005, P 191.
[3] Laureano Vallenilla Lanz, Ob. Cit., p49.
[4] Federico Brito Figueroa, Ob. Cit., p191.
[5] Germán Carrera Damas, El
Culto a Bolívar, caracas, Alfadil Ediciones, 2003, p42.
[7] Laureano Vallenilla Lanz, Ob. Cit., p48.
Fuentes
Bibliográficas
·
BRITO FIGUEROA, Federico, Historia Económica y social de Venezuela.
Caracas, Ediciones de la biblioteca de la UCV, 2005, Tomo I, pp.424
·
CARRERA DAMAS, Germán, El Culto a Bolívar. Caracas, Alfadil
Ediciones, 2003, pp.391
·
VALLENILLA LANZ, Laureano, Cesarismo Democrático, Caracas, editorial
Monte Ávila Latinoamericana, 1994, pp.314
·
PARRA PEREZ, Caracciolo, Historia de la Primera República de
Venezuela, Caracas, Biblioteca
Ayacucho, 1992, pp.623.
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