lunes, 12 de marzo de 2012

Cólera en una Esquina



En una esquina una meretriz, de muy baja categoría, intenta hacerse de un dinero que necesita para subsistir; en la misma esquina un perro orina un par de bolsas de basura que esperan ser llevadas al relleno sanitario. Un ambiente de poca brisa, moscas por todas partes, una calle muy tenue y de poco tráfico, lo que no garantiza una buena noche para la meretriz. El perro no tiene problema, el romperá un par de bolsas más en busca de huesos o menudencias. La prostituta, el perro, la luz, las moscas, las bolsas de basura, son solo una escena de muchas. Tan cíclica, tan parecida a todo, tan extraña y familiar a la vez.
Un borracho que camina hacia adelante y hacia atrás, que se tambalea entre la pestilencia del anís y un poco de alguna droga de baja categoría. Viene y va, va y viene, se acerca a la basura, espanta al perro e intenta hurgar. Hablando solo y diciendo un par de cosas entre dientes. La prostituta lo mira, y escupe dándose la vuelta, jadeando y quejándose. El borracho ni la mira y sigue en su quehacer, mientras el perro le ladra quejándose por la invasión.
La noche es más larga de lo normal, nadie transita la calle y un silencio invade el lugar. Un frio extraño sopla de repente, la meretriz se frota los brazos descubiertos, el perro se recoge debajo de un carro parqueado a la orilla de la calle, y el borracho ni se inmuta. Así transcurren las horas en una tétrica escena que no termina. Desidia, inmundicia y decadencia, es el cuadro dinámico que enmarca un mundo deplorable.
¡Qué triste la vida del perro! Que amargo sabor de boca y que experiencia visual tan indescriptible. Debe ser perturbante tener que lidiar con semejante situación, lo que de seguro hará que no vuelva a pasar por aquí. La suerte no favorece a todos y todos no favorecen a nadie, lo que hace que todo esto sea aterrador, indigno y de aspecto desagradable. En cuanto al borracho y la prostituta, es muy probable que permanezcan allí, ya que de no ser así mi visión no se deslumbraría constantemente al verlos. Las bolsas de basura quizás ya no sean las mismas, jamás me he detenido a ojearlas.
Jesús Calderín         

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