Triste alegría, nubla
el pensamiento,
Ironías de la vida,
desacuerdos interminables,
Borrones y tachaduras
que marcan,
Encuentros palpables
por el dolor.
¡Pondré en remojo con
ácido mis pecados!
Dictó la puta,
¡Ya puse mis sueños
en cloroformo hace años atrás!
Gritó de nuevo,
¡Ya nada puede
hacerme daño!
¡Ya nada me puede
marcar!
¡Ya la vida me ha
juzgado en más de una oportunidad!
¿Te han juzgado
aunque sea por un segundo?
Pregunto la puta al
del traje negro,
¿Te expulsó tu dios
de su casa por algún pecado tuyo?
Replicó de nuevo,
Y el del traje negro
no pudo responder,
Se levantó de su
silla y se retiró.
Ella sabía que dios
no la dañaría,
Mientras que el
hombre que dice tener la palabra divina,
Le cerrará siempre
las puertas de la casa de su amado creador.
Ella empuña su
crucifijo, y lo guarda en su cartera,
Se persigna y sale al
trabajo cada noche,
Sin sentimientos ni
culpas.
Jesús Calderin
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