lunes, 12 de marzo de 2012

Esa que se llama Ella



Triste alegría, nubla el pensamiento,
Ironías de la vida, desacuerdos interminables,
Borrones y tachaduras que marcan,
Encuentros palpables por el dolor.
¡Pondré en remojo con ácido mis pecados!
Dictó la puta,
¡Ya puse mis sueños en cloroformo hace años atrás!
 Gritó de nuevo,
¡Ya nada puede hacerme daño!
¡Ya nada me puede marcar!
¡Ya la vida me ha juzgado en más de una oportunidad!
¿Te han juzgado aunque sea por un segundo?
Pregunto la puta al del traje negro,
¿Te expulsó tu dios de su casa por algún pecado tuyo?
Replicó de nuevo,
Y el del traje negro no pudo responder,
Se levantó de su silla y se retiró.
Ella sabía que dios no la dañaría,
Mientras que el hombre que dice tener la palabra divina,
Le cerrará siempre las puertas de la casa de su amado creador.
Ella empuña su crucifijo,  y lo guarda en su cartera,
Se persigna y sale al trabajo cada noche,
Sin sentimientos ni culpas.

Jesús Calderin

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